MEMORIAS DE EDÉN 1

Musa Peregrina

Las gotas de agua deslizándose por tu espalda, preludio que despierta el reclamo de mi carne ansiosa que tímida oculta rojos brillantes bajo las sábanas.

Al murmullo de tus primeras palabras mis labios aguardan, se muerden entre sí, se erizan mis lunas, gotea deliciosamente el cántaro que vive entre mis piernas, prometiendo saciar la sed primitiva de todos tus desiertos.

Gemidos cotidianos, imparable vaivén inventamos, cabalga la locura libremente por campos de fantasías inimaginables, es tal el gozo que emanan nuestros cuerpos, éxtasis por doquier.

Detenemos el mundo, depositas dulcemente sobre mi nuca el deseo indomable que atormenta tu látigo.

Observo atenta el amanecer de tu volcán, la erupción, el infierno que busca el camino de mi espalda que habrá de conducirlo a la simiente del blanco.

Tus dedos inquietan mis selvas, penetran mis jugos de mujer hasta la última gota, sonríes complacido, ya duermes tranquilo, cierro mis ojos y me interno entre tus brazos.

Al caer el naranja de la tarde aún la desnudez nos habita, somos un sólo cuerpo unido por el deseo, dos forasteros hambrientos, explorando la tierra prometida.

Simplemente un hombre y una mujer viajando entre horas de placer, abejas enamoradas de la miel