Desatinocracia

Desatinocracia

Por Juan Baizabal

Como se comentó en la columna de la semana pasada, un buen político ante todo tipo de escenario, debe contar con tres cualidades fundamentales: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura.

Estos escenarios son muy inciertos y hasta volátiles, sin embargo, aunque el político se encuentre en desventaja, en observancia y demanda social, debe privilegiar el diálogo y preservar el respeto, ser coherente y disciplinado, nunca puede perder el control.

En el libro “El político y el científico”, Max Weber hace referencia a la íntima relación entre el Estado y la violencia. Cita a León Trotsky: “Todo Estado está fundado en la violencia”. Y señala que en caso contrario no existiría un Estado sino una “anarquía”.

Para Weber, el Estado se debe entender como aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Donde el Derecho es la única fuente óptimapara contrarrestar la violencia.

El Estado es una relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima. Para subsistir necesita que los dominados acepten la autoridad que pretenden tener quienes en ese momento dominan.

Weber habla de tres justificaciones internas para fundamentar la legitimidad de una dominación. La primera es la “Legitimidad Tradicional” o del “eterno ayer”, de la costumbre consagrada por su inmemorial validez y por la consuetudinaria orientación de los hombres hacia su respeto.

En segundo lugar, la autoridad “carismática” referida a la gracia personal o extraordinaria, la entrega puramente personal y la confianza, igualmente personal, en la capacidad de revelaciones, el heroísmo u otras cualidades de caudillo que un individuo posee. 

Por último, la legitimidad basada en la “legalidad”, en la creencia en la validez de preceptos legales y en la competencia objetiva fundada sobre normas racionalmente creadas, es decir, en la orientación hacia la obediencia a las obligaciones legalmente establecidas.

Toda dominación es temporal, se mantienen vivas hasta que el pueblo lo acepta y determina. A lo largo de la historia hemos sido testigos de las caídas de imperios, monarquías, autoritarismos, militarismos, entre otras más formas de gobierno.

En nuestro país, el ejemplo es muy claro, las caídas políticas y alternancias presidenciales. La población cobra las facturas correspondientes, sin importar de quien se trate.

La actual administración federal, ha sido testigo de este fenómeno y reclamo social. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido interceptado por grupos de defensa social, quienes, en pleno uso de sus libertades, han burlado los cercos y la seguridad, todo tipo de barreras que han impedido el diálogo y el verdadero fin de la política: el servir.

El gobierno no ayuda, quitémosle la cualidad de altruista, es su obligación. El gobierno fue creado para atender y resolver, de lo contrario que la sociedad lo siga demandando.