María Esther Mandujano García, una poeta de la arquitectura

LA POETA ESTHER MANDUJANO Galería Ramón Alva de la Canal

Amores Efímeros

Tercera y última parte

¿Cuáles son tus proyectos próximos?

Respecto a la poesía, quiero hacer las compilaciones de todos mis poemas y publicarlos como libros. Es un compromiso que yo me hice desde joven. Me tardé, porque yo tenía mucha inseguridad respecto a si era material que valdría la pena publicar, porque una cosa es que te guste a ti, que refleje tu vida, y otra que tu obra realmente tenga un valor que valga la pena compartir. Lo que sucede ahora no es que tengan valor o no, sino que ya me volví descarada y quiero publicar (se ríe), ya no me importa lo que piensen y lo que opinen. Quiero hacerlo, quiero compartir mi trabajo, porque habla de vivencias, de personas, de momentos inolvidables, que quiero que queden escritos para que en algún momento los lea en el futuro una tataranieta mía que se llame Esthercita y le guste también la poesía y diga, ¡ah!, ¡esto lo escribió mi abuelita!, o alguien a lo mejor en algún lugar lo lea en el futuro. A lo mejor es mucha arrogancia, pero quiero hacerlo.

En cuanto a la arquitectura, una cosa para mí es la arquitectura y otra es la obra. Respecto a la obra, quiero cerrar una etapa de mi vida y quiero meterle fuerte a la obra porque es muy demandante, se requiere una disciplina de trabajo, porque hay un gran compromiso en la obra, con tus clientes, con la sociedad, eres un soldadito y así lo asumo. Tres o cuatro años más quiero seguir haciéndolo, cada vez un poco más relajado, porque sí he tenido etapas realmente desgastantes, física y emocionalmente, porque la obra implica mucha responsabilidad y yo hago mi trabajo con seriedad. Después quiero quedarme sólo con algunas cosas de arquitectura que me emocionen, me refiero a la restauración o al diseño arquitectónico y construcción de algunas edificaciones, pero en libertad, es decir, ya no bajo esquemas de obra pública que te dan tiempos muy cortos, porque significa un desgaste tremendo. Me iré más bien a lo privado a hacer algo, porque me fascina la arquitectura: es arte, es buscar los espacios, la magia, la espiritualidad, el agua, la luz, la vegetación, eso quiero hacerlo hasta el final de mis días, pero ya sin la presión de contratos de obra pública y la burocracia. En este momento, también participo en grupos de colegiados de constructores, eso lo hago con mucho gusto y mucha alegría, con compañeros con quienes compartimos experiencias, mucho mejor si es para jóvenes que se integran y podemos ayudarlos, sobre todo porque tenemos un compromiso social de éticamente ir dando mejores frutos, especializados en obra; todos tenemos que sumar a una sociedad que está bastante destruida, que ha perdido credibilidad, que está en crisis, entre todos tenemos que tomarnos de la mano y aportar para que esto sea distinto, es decir, me refiero a la ética, a la  honestidad, a la calidad de nuestro trabajo, y a no querer cada uno comernos el mundo de manera individual; vamos a repartir todo entre todos y entre todos vamos a hacer lo que sabemos hacer: los constructores a construir.

En cuanto al piano, es algo que siempre me acompaña desde niña. Eso no lo hago de manera formal, sólo es para mí.

Mi enfoque hoy en día es caminar hacia una espiritualidad, que pueda permear todas las acciones que yo pueda realizar, que realmente trabaje yo para ser una mejor persona, para lograr un equilibrio entre lo de afuera y lo de adentro, creo que conforme pasan los años es más hacia adentro, hacia tu interior. Decía yo últimamente en broma que ya no me interesa comprender a nadie, pero -eso sí- amar a los demás, como decía Borges, en un poema que me fascina que se llama “Otro poema de los dones”: “…por el amor, que nos deja ver a los otros como los ve la divinidad”, es decir, perfectos a todos, vivimos en un mundo en donde nos pasamos queriendo entender, juzgar, calificar a los otros, cuando el verdadero amor ve perfectos a los demás, nadie se concentra en sí mismo. Entonces, cómo yo puedo ser mejor, cómo puedo quitarme la angustia con que vivo, el miedo con que vivo, la ambición con que vivo; qué puedo hacer yo para caminar más hacia mi interior, hacer que lo negativo ya no esté en mi mente ni en mi cuerpo, y que a través de lo que aprendí y de lo que sé hacer en esta vida, pueda yo sumar a la belleza y a ese amor a los demás. Casa Doña Falla te decía que es importante para mí, no sólo en lo profesional, sino porque yo amo a los museos, y el hecho de saber que aquí vendrán niños y jóvenes a maravillarse de lo que hay adentro, en un futuro a tomar cursos para conocer mejor la música, crear música, leer un libro en los jardines, por eso mi trabajo en esta obra es un regalo para la ciudad, como lo fueron mis otras restauraciones, como la Galería Ramón Alva de la Canal, como lo fueron también los talleres del ferrocarril, porque cuando yo llegué, para cambiar un truck de una locomotora a veces la gente podía perder piernas o brazos, entonces lo modernizamos de tal manera que yo inauguré una máquina que con apretar un botón se podía cambiar un truck, y eso es sumar desde mi disciplina. Todos podemos sumar desde nuestra disciplina: el señor que recoge la basura, su trabajo es glorioso; la señora que cocina, aquel señor que va con su perol de leche, todos por igual, nadie es más que nadie. Yo simplemente tuve el privilegio de poder estudiar, viajar, perfeccionarme en lo mío, y eso fue una suerte para mí. Ahora mi objetivo es regresar a conectarme con la sencillez de vivir y de abrir cada vez más mi mente para soltar todas aquellas cosas que me estorban y me sobran.