«Colibrí»: un canto de ausencia

En abril fue publicado el poemario Colibrí, del poeta coatepecano David Arturo López Rodríguez.

Cuitláhuac Chávez

En abril fue publicado el poemario Colibrí, del poeta coatepecano David Arturo López Rodríguez, por Ediciones Marsgram, una pequeña editorial independiente dedicada a publicar libros de autores nóveles o poco conocidos, quienes se buscan abrir paso en el denso mundo de los libros. Colibrí es el primer poemario de David López y el quinto título de Ediciones Marsgram y juntos han hecho un riguroso trabajo y de gran calidad, donde se muestra el quehacer literario del autor.

David López es egresado de la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana (UV), escribe poesía como pocos de muchos que escriben en Xalapa y sus alrededores. Ha publicado en periódicos y revistas locales como La Jiribilla; ha sido docente, corrector y editor en varias instituciones y medios de comunicación, entre los que destacan el Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IIL-L) de la UV, la Coordinación General de Comunicación Social (CGCS) del Gobierno del Estado de Veracruz, el Diario Gráfico Sur, Oye Veracruz y Quadratín, donde además publica textos periodísticos. Colibrí es su primer poemario y en él ha reunido poemas sueltos que ha ido construyendo a lo largo de los años. Colibrí es un libro íntimo, suyo, que habla con imágenes como la del colibrí que es observado desde una flor, con el ojo de la flor o con los ojos que hay en las flores, en un acto cotidiano como es el de comer, pero que se ve embellecido no sólo por el paisaje sino por el sentimiento incesante de la ausencia que todo lo puede.

David López dibuja en pedazos de palabras sus más recónditos sueños, sus más incipientes pero cristalinos deseos, sus emociones sangran por cada palabra escrita en sus poemas. Poeta más bien callado, oriental, sobrio, insidioso del amor, donde el colibrí es una metáfora de la ausencia y del sueño, de ese amor que se fue, de ese amor imaginario que anda por ahí de vagabundo errante.  La ausencia hace que el poeta escriba, que imagine, que desee el regreso, pero sobre todo que tenga, entre la inmensa incertidumbre de la vida y de la naturaleza hecha lluvia o trueno o relámpago, rota la esperanza. David Arturo juega con las palabras y te induce a leerlo, a saborearlo con el paladar lúdico de la imaginación, porque su poesía es imagen constante que se regodea en sí misma y que nos lleva de la mano por un viaje hacia dentro, pero muy dentro de nosotros mismos. 

El poeta le canta a la ausencia, un aparente lugar común para los enamorados: “traiciono mi firme voluntad de no buscarte”. Él la sueña, la desea y la espera con ansia; la espera es la más insoportable y hace que la estancia del poeta sea perniciosa e inestable. En cada poema del libro se refleja esa impaciencia porque llegue algún día la amada. La esperanza es una constante, porque esperar es anhelo, aunque esto no se refleje más que en la inconsciencia del sueño.  El enamorado anda a hurtadillas, sin hacer ruido, para no despertar al colibrí, quien se posa en el tiempo, también esperando. La esperanza es una constante, pero también el sueño, “picaporte sin llave”, “oscuridad, aliada fiel”; porque vivir en penumbras es buscar y encontrar en el silencio insomne de la noche.  Ella, la amada, es sólo un sueño: “recurrente, hermoso”, porque sabe que la única forma de tenerla es en la oscuridad del sueño. Por eso trata de vivir con los ojos cerrados, inconsciente pero atado al recuerdo, donde todo es posible, incluso la vida, pues como escribió Octavio Paz: “Cierra los ojos y en la oscuridad piérdete”. Porque Paz está presente incluso a pesar de los deseos del autor, quien en uno de los poemas escribe “Llena la tierra de tierra a la palabra”, recordando sin querer algún verso del fallecido poeta.   David López habla de ausencia, de sueño disipado, de angustia por tener a la mujer amada; porque definitivamente habla de amor, de amor soñado, de vigilia, de sueño infausto e incomprensible, lleno de sombras y de reflejos de sí mismo, de búsquedas prolongadas o eternas. Cada poema también, sin quererlo tal vez, habla de instantes, de muertes en vida, de insatisfacciones, de mares, de playas, de lugares soñados donde seguramente, como lo dice el poeta: “se ha roto la esperanza”. Lo dice porque se ha dado cuenta de que “nadie llegará” y de que su amor y su inútil espera es un “frágil relámpago, vibrante resplandor de los jardines: el colibrí”.

Éste no sólo es una metáfora del amor, sino que encarna en su figura casi celestial el cuerpo de la amada ausente. Colibrí sobre todo es un libro nuevo, recién parido y eso se debe celebrar en estas fechas de pandemia y de poca lectura, la cual se ha ido diluyendo con los años pero que se niega a morir. La lectura no morirá, menos si se siguen publicando textos de gran valía como el publicado por David López, el cual está en la espera de lectores ávidos de poesía, de música para los oídos, de cantos de ave, de música hecha palabra; no si se siguen adquiriendo libros como el publicado este mes por David Arturo López Rodríguez, el cual se puede adquirir a partir de este mes de abril en Amazon.com y que encontrarás fácilmente en la plataforma escribiendo el nombre del autor, el nombre del libro o de la firma de la publicación: Ediciones Marsgram.